
Gente tóxica.
Todos conocéis a alguien. Esa persona que os saca de los nervios, que os merma la energía o que es como una nube negra en tu soleada vida. Ese jefe autoritario, las voces de “radio patio”, ese colega agorero, el compañero de trabajo cizañero… Personas que puede que sigan o no en tu vida, pero que de algún modo han conseguido que conserves cierto recuerdo de ellas a pesar de que tienes la sensación de que fueron zancadilla más que colchoneta.
Quizás te suena el envidioso, ese al que le provoca urticaria el éxito ajeno. Independientemente de sus gustos y necesidades siempre va a desear de un modo inestimable lo que tienes y te hablará con recelo por ello.
Quien no conoce a un “sabelotodo”, que “digas lo que hagas” nada es nuevo para él y si es necesario inventar se inventa, eso sí, todo dicho desde una apariencia de seguridad aplastante para dejarte K.O.
También existe el “sacodepenas”. Se dice de esa persona que por muy azules que tiene los ojos ve la vida con una gama de grisáceos, encontrando polvo en cualquier historia y desarrollando una habilidad especial para creerse el más perjudicado en toda circunstancia. Un agorero por excelencia.
¿Y qué me decís del falso? Experto en adaptarse a las circunstancias tanto, que si hace falta cambia de personaje cada vez que entabla una conversación. Que tiene un armario lleno de máscaras, que por miedo a mirar hacia dentro y conocerse a sí mismo, prefiere interpretar diversos papeles aunque corra el riesgo de mentir, manipular y en consecuencia herir.
¿Y el cotilla? El maestro del chismorreo sobre la vida de todo lo que se mueve. Modo muy común de actuar de alguien que prefiere invertir tiempo en desarmar a los demás en lugar de descubrir quien es y en qué es especial (a parte de en cotillear, claro).
El don perfecto, que se pasea altivo con actitud educada y un don de la palabra envidiable, que parece hacerlo todo bien llegando al punto de ser casi inevitable sentir reticencia hacia él. Lleva una vida de abeja, con una dulce apariencia te empieza regalando miel para atraerte, pero al poco te empalaga y te pincha con el aguijón. Además su vida suele tener más huecos que un panal.
¡Ojo con el suspicaz! ¡No pone en práctica el verbo confiar ni aunque a cambio le des el décimo ganador de la lotería! Es una persona que ve malas intenciones hasta en el orden de las letras de su nombre propio. Sí, puede rozar lo paranoico.
El mentiroso, artista en rellenar a su conveniencia los huecos de lo que no recuerda/sabe. Al mentir más de lo que habla corre el riesgo de que se le pille más de lo que engaña. Y es que es normal que cueste confiar en Pedro el del lobo.
¿Y el manipulador? Le encanta jugar con las palabras ya sea por la satisfacción de “liar la manta” o de enfrentar personas. ¡Precaución! Este tipo tiene un poco de todas las personalidades tóxicas hasta ahora descritas y con ello procura destruir sueños, crear conflictos, impedir llegadas a meta y robar ilusiones ajenas.
Podría seguir y seguir describiendo tipos de personas tóxicas pero creo que ya os habréis hecho una gran idea.Si en ángeles en vida os hablaba de esas personas tan positivamente increíbles que cuesta creer que sean humanos, hoy os expongo a algunas de las personas que provocan
que estornudemos cada vez que están a nuestro lado. Si bien, a veces parece que la alergia que les tenemos no es suficiente para alejarnos de ellas. Existe cierta adicción a las personas tóxicas, lo cual es cuanto menos preocupante ya que puede derivar en problemas muy graves. Pueden llegar a anular personalidades.
Supongo que llegados a esta línea, tienes a alguien en mente. Con ello sólo pretendo que valores si gestionas bien la relación que mantienes con esta persona, y si no es así, que tomes cartas en el asunto, porque las personas tóxicas tienen la especialidad de ir consumiéndonos sutil pero enérgicamente. Con apariencia de amistad, nos convencen de que necesitamos su veneno, ese que nos regalan en un frasco de perfume caro. Se alimentan del daño que provocan en nuestra estima, incrementando así su toxicidad.
¡Cuidado porque la toxicidad de estas personas se propaga tan suave como rápido!
Aparecerá más de un lobo en tu camino para intentar confundirte, quitarte valía, potenciar tus debilidades, frustrarte en el camino hacia tus sueños y en consecuencia cambiarte el rumbo. No le des explicaciones, refutará todas. No le muestres tus sueños, querrá quedárselos. No le enseñes tu mano, te agarrará el brazo. No confrontes su propuesta y sigue tu camino.
Ten objetivos y trabaja cada día tus potenciales. Haz lo posible por seguir tu rumbo sin aullidos y con la energía intacta, dejando atrás al feroz con su furia. Si te tiembla el cuerpo que no sea por la acción de ningún lobo sino por la emoción de estar acercándote a tu meta. Ya lo dijo Will Smith en “En busca de la felicidad”: “si tienes un sueño debes protegerlo. Si alguien no puede hacer algo te dirá que tú tampoco puedes…”
Procuremos no tener que llegar a grados altos de envenenamiento para concienciarnos y reaccionar ante este tipo de personas. Podemos aprender a reciclar la basura de nuestra vida.
Sea quien sea el tóxico que ataca a tu psiquismo, hazte el favor de poner el semáforo en ámbar y reflexionar sobre a qué “toxicpeoplecida” (habilidades sociales, familia, amigos, profesionales, arte, libros…) debes recurrir para liberarte de los chupa-energías.
Todos tenemos nuestra pequeña dosis de toxicidad, nuestros defectos. Todos somos sobresaliente en algo, nuestras virtudes. Quien se dedique a señalar tus defectos sin sugerirte caminos hacia tus virtudes, ¡alerta! es tóxico.Si te da piedras, construye un castillo. Si te dice que la meta es inalcanzable, salúdale desde el podium. Si grita “imposible”, déjale el “im-” y dale las gracias por el “posible”. Si te da lecciones sin acciones, ¡cuidado! Haz lo contrario de lo que espera. No hay peor barrera para el tóxico que resultar indiferente para alguien.
“Si me pones la zancadilla para que vea las estrellas, te complaceré, las veré. Aprovecharé la caída pero a mi modo. Me tumbaré a observar las estrellas. Las del cielo”.
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