
Los días malos vienen para irse.
Hoy no me aguanto. Literal. Que hay días que no me entiendo. Que reconozco que hoy no encajo lo que siento. Que hoy no. Que estoy de que no. Que hoy hago magia con las letras y si me das una “s” y una “i” te digo quizás.
Que ya puedo mirar por donde piso que siento que me puedo tropezar en cualquier momento. Que el obstáculo me es invisible. Que hoy no sé hasta dónde puedo. Que hoy no sé que emociones tender y cuales sacar a pasear. Que abro el armario y no me apetece ponerme ninguna, no sé cómo combinarlas. Que no, que así no me gusta sentirme.
No lo entiendo. ¿Habré puesto el pie izquierdo primero? No. No es eso. No lo creo. No creo en ello. No creo en esa serie de supersticiones a las que culpar de los interrogantes de la vida. Que no. Que podemos construir alguna explicación más sólida que un pie izquierdo, un poco de sal derramada, un andamio de hierro y un gato negro.
¿Estas buscando la explicación que habías encontrado pero que hoy se ha puesto hacer el pino y te ha cortocircuitado? Creo que es mejor que lo dejes. Que cuando estás de “que no pero si”; que cuando tu mirada es un túnel que sólo ve la luz al final si se va a dormir, poniendo así al día “fin”; entonces, es mejor decir STOP. Para. Y recordarte que es sólo un día, son sólo unas horas, unos minutos, varias conversaciones, contradictorias emociones… Son sólo unos instantes de tu compleja a la vez que sencilla e impresionante vida. Que en vez de dedicarte a buscar la explicación encontrada, te vas a dedicar a ver la flor de la rama cortada.
En los días de verano en los que te empeñas en tejer un jersey con la lana del malestar emocional acumulado, di stop y guarda la lana para desenredarla cuando ya no estés acalorado.
Porque esto pasa. Pasa que hay días que notas la irascibilidad a flor de piel, que presientes que al mínimo cosquilleo -aunque sea producto de una broma-, puede estallar en ti esa bomba de frustraciones, deberes no hechos, pensamientos vacilantes y mentirosos, emociones no expresadas y demás carga negativa que acumulas de un modo para nada ecológico.
Si al menos todos esos residuos emocionales y mentales los clasificase como quien recicla la basura, el desenredo emocional sería más llevadero. Pero no, en eso no parece rentable invertir. Que pasado el bochorno nos olvidamos de desenredar la lana. Que eso lleva mucho tiempo y esfuerzo y aunque me compensa, que no. Que no me convences. Que el saber manejar las emociones me ayudaría a descargarme de frustraciones innecesarias, enfados y tropiezos evitables, desórdenes potencialmente ordenables y digeribles, y un etc de mejoras que desembocarían en inevitable satisfacción y consecuente felicidad.
¡Ups! Pues igual sí, a lo mejor si me compensa aprender a gestionar lo que siento y a equilibrar mente-cuerpo.
Quizás, y digo quizás porque me gusta que quepa duda, podría comenzar a entrenarme para el maratón que supone vivir. La vida me da oportunidades para ello. Que parece que es rentable el esfuerzo invertido en aprender a manejar las emociones; lograr aceptarme con mis aciertos y errores; y creerme capaz de sacarle punta a todos esos potenciales que llevo dentro.
Que sí, que creo que me sería de gran ayuda el trazar un plan de entrenamiento para maximizar mis alegrías, quitar el polvo a mis virtudes y desenmascarar esa basura traidora que se camufla en mi mente en forma de mensajes que me cortocircuitan.
Parece que sí, parece que hoy tienes uno de esos habitualmente e incorrectamente llamados “mal día”. Y digo mal llamado, porque si maximizáramos nuestras alegrías como lo hacemos con nuestras penas, estos se reducirían a unos pocos al año.
Bloqueado, asqueado, irascible…No eres ni menos ni más que ayer. Eres igual de único. Quizás más todavía que ayer, porque cada día que vives de tu vida añades frases íntimas, intransferibles y exclusivas a tu historia. Frases únicas, personales, con signos de acentuación propios, donde tú decides a qué momento poner puntos suspensivos, comas o puntos a parte. Donde tú puedes elegir cuales hacer eternas… y que PALABRAS poner en mayúscula.
Hoy algo se ha cortocircuitado en tu cuerpo, en tu mente, y no logras saber que es. No es necesario que ahora lo sepas. Pero sí que apagadas las llamas dediques tiempo a buscar la causa para prevenir futuros incendios -en el caso de que haya habido detonante-. Lo que con o sin duda debes buscar, es el para qué.
Que no es un día perdido, es otro día de tu historia, necesario como los demás para darle sentido a tu relato. Sí, el que tú escribes cada día con tu actitud ante la vida. Así que coge el bolígrafo y DALE UN NUEVO TÍTULO A ESE APELLIDADO “MAL DÍA”:
…cualquier frase será buena porque su principal misión es sacarte una sonrisa para desentonar en el mal llamado “mal día” (así que a mayor grado de absurdo más fácil provocar sonrisas 😉 ). Como bien alguien dijo, “SI NO SALE EL SOL, SE DIBUJA”.
Si hoy has sido víctima o cómplice de uno de esos llamados “malos días”, espero haber sido motivo de una gran sonrisa 🙂
Y tú, ¿con que nombre bautizarías a ese “mal día”?
Fdo: Lamiradadetusonrisa *
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