
Dale sentido a tu vida.
Hay reinos donde nuestras verdades absolutas serían tumbadas con un simple argumento, tan simple como la lógica que las construyó, tan sencillo como quitarle el “todo”, “siempre” o “nunca” a una oración. Donde la responsabilidad se asume sin “peros” ni “es que…”.
Por otro lado, hay sociedades donde preferimos tener razón que paz, donde nos empeñamos por buscar siempre una justificación a todo y un culpable a quien tirarle la basura de nuestra conciencia. Donde se clasifica a los habitantes en buenos y malos. Donde se recortan los sueños para que encajen en las rutinas, en vez de adaptar nuestra vida a nuestros sueños. Lugares donde obligamos a la sensatez a que se doblegue ante una injusticia, donde le damos la bandera a la mentira para que corone la cima y le pedimos al amor que permanezca callado ante la desazón.
Un mundo que a veces parece ir a la deriva, pero donde también hay mucha riqueza de corazón y donde se nos invita a vivir en base a valores que ponderen la valía del ser humano, nos aporten felicidad y den sentido a lo que hacemos. Bueno, al menos esta sería la idea…
Amor, respeto, familia, amistad, humildad, solidaridad, fe, libertad… Valores. Esas señales del camino que nos ayudan a no deambular, esas vías en la calzada que impiden que descarrilemos, esos salvavidas que nos sacan a flote en el mar de lo banal. Pilares cuya fortaleza depende del grado en que nuestras actitudes los abanderen, cuya pretensión es ayudarnos a dar sentido a nuestra vida, a pasar por este mundo dotando de significado a lo que hacemos.
A veces, cuando la vida nos fluye con abundancia, podemos caer en la dejadez moral, podemos olvidarnos de la gratitud, de la humildad,…de que somos seres con valores que encuentran la felicidad en lo no material, en que lo que importa es ser y no poseer.
Los valores son los genes del adn psicológico, son los que llevan las instrucciones de como guiarnos en la vida, de como actuar respecto a la dualidad del bien y el mal en nuestro día a día. Son el soporte que nos eleva en los momentos negativos, los que nos recuerdan por qué luchar y poder tomar decisiones acertadas para calmar nuestras guerras internas, muchas veces financiadas por la ira o el odio.
Resulta que el foco de muchas alteraciones emocionales está en que no dotamos del significado merecido a nuestras experiencias. Decía el valiente Viktor Frankl, que la búsqueda del sentido de la vida es la esencia de nuestra existencia. Que nuestra felicidad depende de la actitud de exploradores con la que nos movemos por el mundo. Así que seamos el Cristobal Colón de nuestras metas, busquemos “para qués” hasta en la rutina. Y en todo esto, en la dotación de sentido a nuestra vida, tienen un papel clave los valores como punto de referencia.
Los valores son la base sobre la que edificarnos para vivir con sentido.
No son cuestión de moda, ni de gustos, se trata crear nuestra enciclopedia de vivencias, de pasar por el mundo con la elegancia propia de alguien que camina sabiendo qué espera de la vida. Con inseguridad a veces, con miedo otras, pero con la motivación clara de que la vida tenga un hilo conductor, una concatenación de experiencias que se dan la mano entre sí.
Vivir acorde a unos valores propios exige valor y nos da valor.
En la sociedad que nos envuelve, resulta imprescindible pararnos a pensar unos minutos, con cierta periodicidad, en cuales son los valores que sustentan nuestra vida y nos ayudan a darle sentido. Reflexionar sobre si nuestras actitudes son reflejo de los mismos, si nuestras palabras son contagio de ellos y si nuestros sentimientos los tienen como referente.
Es importante dilucidar cuales son nuestros pilares y no olvidar cuidarlos a diario. Porque nuestros valores o las personas que para nosotros los encarnan, son los que nos ayudan a darle significado a nuestra existencia. De ellos se nutre nuestra alma, ellos guían nuestra mente y nos reconcilian con nuestro propio corazón. Piénsalo.
La vida no es un laberinto por el que deambular. La vida es un recorrido de gran alcance que conquistar.
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