
La vida es música.
La vida es música. Hazte sonar.
Me encandila escribir. Perderme por mi mente, por las palabras y encontrarme en oraciones que finalmente se agrupan con sentido para crear reflexiones. Muchas de ellas inspiradas por una canción, por su letra, por su interpretación. Reflexiones que dan sonido a mi vida, que dan forma a mi personalidad y que hacen bailar mi espíritu.
Me apasiona la música, creo que no hay un segundo de mi vida donde no esté llevando el ritmo con los dedos del pie o que no esté tarareando mentalmente una canción. Creo que no hay experiencia en mi vida que no encuentre refugio en una melodía. La música es un valor que se me ha transmitido y que se ha convertido en una pasión. La música es un modo de expresar, de afrontar, de comunicar, …de sentir. Por ello y con motivo de que hoy se celebra el día de la música, os cuento algo más sobre mí y os deleito con esta “breve” reflexión (no, no he sido capaz de ser breve sin comillas 😛 ).
Hemos nacido para ser música.
Me da igual que no cantes bien, auguro que todos podemos ser grandes compositores. No importa que no consigas medir las pulsaciones de tu corazón, te aseguro que puedes debes llevar el ritmo de tu vida.
Somos los directores de la orquesta de nuestras vidas. Los compositores e intérpretes de nuestras melodías. Quienes decidimos qué instrumentos le dan sonido, donde poner silencios (sonoros) y cómo modular la intensidad de nuestra personalidad.
Hay días que te sentirás despertador, no te aguantarás; otros días un gran compositor, con la determinación y la valentía a flor de piel; pero insisto, todo forma parte de tu melodía, de la normalidad. Tu vida está preparada para que puedas alguna vez desafinar, algo natural, por ello te dará cantidad de pentagramas para practicar y mejorar. No hay mejor afinador que la experiencia.
Lo importante es no obviar ningún sonido y no hacer de la vida ruido.
No siempre elegimos la tonalidad de las circunstancias ni elegiremos todos los signos que adornen la partitura, pero el secreto recae en no dejar de llevar el nuestro ritmo y adaptar el “tempo” a las circunstancias. Hay hechos que nos harán sonar como una balada, otros como un jarrón que se rompe en pedazos, otros como una ovación continuada y otros como quien canta el gordo de la lotería. Lo importante es no obviar ningún sonido y hacer de la vida melodía, no ruido.
Proyectamos continuamente. Hasta nuestros silencios suenan.
Si chirriamos, molestamos; si afinamos, inspiramos. Que cuando hables tu discurso tenga melodía. Una melodía con cuerpo, con sentido, de las que pone los pelos de punta.
Que cuando sientas no seas una melodía plana. Sé alguien lleno de matices, que sube y baja de intensidad, que no tiene miedo a dejarse llevar, a sentir cada nota, a añadir matices que no había incluido todavía en la partitura.
Que cuando pienses te visualices en un gran escenario. En primera fila, la humildad y el esfuerzo. Detrás, ovaciones de amor, del propio y del ajeno, de la gente que te es fiel por tu forma de ser.
Por favor, no dejes de componer y reinventarte, de intentar dar con tu mejor sonido. Cada estado de ánimo, cada pensamiento y cada acción, tocan una tecla en tu mente y cuerpo, haciéndose notar sonar, haciéndote sentir.
Batuta en mano, sigue el ritmo de tu corazón.
No te conformes con ser canción del verano, no busques ser espuma, ni solamente gustar. Busca sentirte orgulloso de ti mismo, reconocerte como el prota de tu vida. Consigue que quien te escuche lo haga con sobriedad y admiración. Busca componer una melodía larga, rica en matices, con hilo musical y ganas de prosperar, porque has venido a este mundo a crear tu propia banda sonora.
No te conformes con ser canción del verano porque has venido al mundo para ser banda sonora.
Imagen cabecera: me, la mirada de tu sonrisa, María Garcés
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