
Sí, quiero.
No hay éxito duradero sin compromiso.
Tony Robbins.
Estamos rodando nuestra biografía. La estamos proyectando para otros. Film que día a día visionamos con más o menos satisfacción según lo que nos estemos comprometiendo en nuestro paso por este mundo. Una película sin género de antemano, donde toda toma debe ser verdadera. Pero la realidad es que generamos muchas tomas falsas con actitudes que denotan falta de implicación, mal usado potencial, que siembran insatisfacción y que dan pie a que muchos otros, lejos de inspirarse, se “desesperancen”.
No solemos tomar conciencia de que en la vida no hay botón de rebobinar y volver a grabar. Esperamos a saber que es la última vez que va a ocurrir algo para vivirlo con la intensidad merecida. Necesitamos fechas límite para ponernos a trabajar en algo. Deseamos una pareja y cuando alguien está dispuesto a amarnos sin medida no abrimos la puerta. Compramos porque simplemente nos dicen que mañana será más caro y lamentamos algo que no necesitamos sólo porque no lo tenemos.
Perdemos Invertimos toneladas de tiempo en experiencias ligth y momentos de usar y tirar. Muchas veces inconscientemente, otras por la presión social, varias por temor a nuestros miedos (manda narices la frasecita) y otras por el ritmo de vida que llevamos a descompás de nuestros sueños.
¿Y todo esto por qué? Por la falta de compromiso con uno mismo, con la vida. Que hemos nacido para algo, todos tenemos una misión en este mundo: el compromiso de vivir, la misión de ser feliz.
No pretendo que prometas, sino que te comprometas.
No quiero llamarte la atención, quiero que la focalices bien en quien te hace perder la noción del tiempo, en lo que te despierta la ilusión perdida dormida, en lo que te recuerda que un día soñabas con ser. Vale de postponer, de esperar “algo mejor”, de hacer la pelota a la suerte y vendernos a lo fácil. ¡Comprométete de una vez con la vida! ¡Cásate contigo: deja de vivir en tierra de nadie y en sueños de otros!
Cuando nos comprometemos, lo posible se hace inevitable.
Tiritamos al oír la palabra COMPROMISO. La equiparamos a atarse las manos, a limitarse el camino, a privarse de libertad. Y no, pecamos de simplicidad. El compromiso nos hace libres, libres de elegir con quien sí y con quien no compartir nuestro tiempo; en qué sí y en que no proyectar nuestro entusiasmo; donde sí y donde no invertir esfuerzo; hasta donde sí y hasta donde no llegar. El compromiso es una receta basada en respeto, valentía y establecimiento de prioridades. Que exige coherencia, pasión y fidelidad, que requiere reconocer que nuestro paso por aquí es temporal.
Comprometerse es subrayar personas, sueños, lugares y causas; es invertir tiempo en ellos.
El compromiso entiende de alegrías y decepciones, pero no sabe nada de medias tintas ni de dejar páginas en blanco. El compromiso no cesa de escribir, de redactar con gran libertad el por qué elegimos a esa persona, ese sueño, ese lugar, este momento.
Vivir con compromiso no entiende de momentos edulcorados.
Comprometerse implica en muchos instantes empalagarse y en otros soportar el sabor agrio de la vida. Implica crear vínculos fuertes a diferentes niveles (personal, espiritual,…) y cuidarlos; te da la libertad para decir no, “no lo sé” o “me he equivocado”; conlleva ser dueño de tus pensamientos, señor de tus sentimientos y tener el valor para ser estés donde estés.
Y qué decir del amor, palabra más comprometida no conozco, palabra más usada y malmetida tampoco, palabra que a pesar de muchos, no se existe al margen del compromiso.
No hay palabra más grande que AMOR; no hay palabra más libre que COMPROMISO.
Échale valentía a la vida.
Comprometerse con la vida es lo que facilita vivirla con la intensidad merecida. Comprometerse con ella no requiere votos ni anillos, requiere tener unos valores y unos objetivos.
Gandhi vino a decir algo así como que el compromiso convierte lo inalcanzable en posible. Así es, si algo queremos, debemos comprometernos, porque el querer denota aspiración y el compromiso lleva a la acción. ¡Ánimo! Tienes un potencial enorme, ¡úsalo! asume la responsabilidad de tu vida y empieza a vivirla con la energía y agallas que se merece, que te mereces. Que los hechos acallen las palabras (propias y ajenas) y tu actitud desborde satisfacción.
No eres una casa en venta, eres un hogar que se hace en cada experiencia.
Y una vez más, la implicación tiene que ir de dentro afuera, porque el compromiso con la vida comienza en ti: en lo que eres, en lo que proyectas ser y en lo que haces entre medio para conseguirlo.
Te comprometas o no, el pasado será cada vez más largo y el futuro seguirá siendo incierto, pero… Quien sabe a donde quiere ir, encuentra certidumbre en lo que hace aunque no vea el resto del camino. Aunque para lo anterior se requiere compromiso. Y es que no vas a disfrutar de pleno la vida hasta que no te creas que tus pasos cuentan, que tu vida tiene significado y que lo haces te hace.
Promete menos y comprométete más.
Contigo y con los demás.
(Espero estar a la altura del compromiso que tengo con este proyecto y contigo. Sí, tú, que me lees con libertad y riegas mi ilusión. GRACIAS 🙂
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