
El sentido del tacto no puede ser sustituido.
Ojalá la gente pusiese el mismo interés en la gestión de emociones como en el manejo de nuevas tecnologías (aunque a veces dudo de quien maneja a quien). Ojalá fuese igual de sencillo controlar las emociones que los teléfonos móviles. Ojalá nos costase tan poco etiquetar lo que sentimos como etiquetamos fotos en las redes sociales. Ojalá de verdad, pusiésemos un tercio del interés en el control de las emociones del que ponemos en cuidar nuestro smartphone y nuestra imagen en Facebook.
Las nuevas tecnologías nacieron para poder exprimir más el tiempo no para absorberlo en su totalidad. Para ser fuente y oportunidad de desarrollo, para ser puerta al enriquecimiento de nuestra mente, para unir a las personas separadas territorialmente, para permitirnos deleitar nuestra vista con rincones que quizá nunca pisemos, para advertirnos que nuestra mente tiene sus debilidades y que si nos descuidamos podemos acabar siendo marionetas de seres inanimados.
Llegaron para poder alimentarnos de mayúsculas ideas que mentes creativas dejan en sus canales de youtube o en sus blog. Irrumpieron en nuestro día a día para darnos la llave de acceso a toneladas de información. Permiten que unos padres puedan comprobar con su sentido de la vista que su hijo sigue con buena salud en su año de Erasmus. Se ofrecen como altavoz de nuestras capacidades. En definitiva, nos dan la oportunidad de facilitarnos la vida.
No se han creado para sustituir a nuestra mente ni ser fuerte de nuestras inseguridades, no se han creado para enfrentarse a nosotros y absorber nuestra autoestima.
Casi nadie es tan guapo ni tan feo como en Facebook. No puedo olerte a través del WhatsApp. No sé si me imagino bien tus hoyuelos a través del emoticono ” 🙂 “. Me alegro de saber que te va tan bien, pero no te olvides de decírselo antes a los que viven bajo tu mismo techo. No me calles la boca dejándome jugar al Candy Crush en la tablet, sólo quiero pasar el rato contigo Papá… Y es que con apariencia de ”todo diversión” y de recurso para la solución de problemas, las nuevas tecnologías esconden sacos de soledad e incomprensión detrás de muchas pantallas. Sí, también de sabiduría y buen hacer.
Basta a que el centro de atención en el velador sea un móvil y no los gestos del que tienes enfrente; basta a que dediques más tiempo a “colgar” los momentos en la red que a vivirlos; basta al buscar wifi en un bar antes que una mirada; basta al regalar más juegos para la “wii” que abrazos; basta como dice el neuropsicólogo Álvaro Bilbao a “que un niño sepa manejar una tableta y no haya hecho nunca una voltereta“; basta al creernos editores de la RAE reinventando el modo de escribir las palabras y en consecuencia hacer que leer duela; basta al esperar aprobación externa en cada paso que das en lugar de invertir en amistad,… ¿de veras crees que no hay absolutamente nadie en este mundo con quien puedas desenredar tus nudos emocionales? Antes que las pantallas, la naturaleza, guarda muy bien los secretos.
Son complemento, no requisito. Son elección, no necesidad. Tienen procesador, no corazón. Son posibilidad, no prioridad. Son acceso a nutrirnos de más personas, culturas e información, no las conviertas en plataforma de la ignorancia y la falta de respeto. Son oportunidad para que explotemos nuestra mente, no para embotarla con información banal. Son herramienta, no manual de instrucciones. Son fuente de unión, no de aislamiento. Son un gran surtidor de información y el mensajero más rápido después del corazón. Son una ventana al mundo, no un precipicio al vacío. Son posibilidad, no prioridad. ¿Estamos olvidando lo que verdaderamente importa?
Lo que verdaderamente importa es que seas capaz de sentirte especial sin necesidad de “me gustas”, que seas capaz de estar esperando el metro observando al personal y no mirando las notificaciones y WhatsApp recibidos. Importa que a pesar de que lo material mejore, tu alma vaya 3 pasos por delante. Importa saber discernir la señal de “stop, hasta aquí muestro“, importa tu intimidad. La magia de lo íntimo es compartirlo con unos pocos, con personas que te regalan algo tan valioso como la confianza, con las que tienes un compromiso no pactado de lealtad y cariño, con las que te une el lazo de la amistad, de la familia o de los amarillos (magnífico término de Albert Espinosa). No dejes que tu intimidad entre en peligro de extinción.
Nada de malo tiene compartir. Todo lo contrario. Pero cuando lo hagas, asegúrate en la medida de lo posible que los costes de compartir sean más pequeños que los de no. Me encantará que me enseñes tu creatividad y arte, me encandilarán las fotos de tu último viaje, será un placer ver lo guapo que estabas en la boda de tu amigo, me gustará mucho saber que la vida te va bien y estás persiguiendo tus sueños, estaré ansiosa por leer tu próximo post, me tentará buscarte por la red en secreto para anticipar información sobre ti,… todo lo que me saque una sonrisa, me informe honestamente o me dé un toque de atención y enseñe una lección será bienvenido. Pero lo será aún más si sé que detrás de esa pantalla hay alguien que no teme a mostrarse tal como es, que vive intensamente los momentos, que no descuida lo que tiene a su lado, que no abrasa con sus abrazos y que ablanda corazones hablando.
Abogo por el buen uso de las tecnologías. Gracias a todos los que estrujan su cerebro y crean estas maravillas. Gracias por permitirme estar detrás de este telón y que hoy mis textos traspasen la pantalla y te abracen.
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Muchísimas gracias María por dejar constancia de que te ha gustado 😉