
A palabras necias oídos sordos.
En la vida, muchas veces nos toca caminar a contracorriente. A contracorriente de personas tóxicas, a contracorriente de circunstancias vacilantes, a contracorriente de pensamientos contraproducentes, a contracorriente de normas poco valientes. A contracorriente con respeto y con un objetivo claro de por medio: perseguir mis sueños.
Por este motivo, os expongo un cuento del que espero extraigáis una reflexión sobre el valor de saber discernir entre a quién y qué escuchar. Cuando lo leí por primera vez, estaba en un momento álgido en la lucha por uno de mis grandes sueños, y me reconfortó mucho. Así espero que os pase a vosotros y que sea un aliciente más en vuestras luchas interiores, en la persecución de vuestras metas:
En un lugar sin nombre se celebró un día una carrera de sapos. El objetivo consistía en llegar a lo alto de una gran torre que se encontraba en aquel lugar. Todo estaba preparado y una gran multitud se reunió para vibrar y gritar por todos los participantes.
Cuando se dio la salida, todos los sapos comenzaron a saltar. Como la torre era muy alta, todo lo que se escuchaba era: “no lo van a conseguir”…”¡qué lástima, está demasiado alta, es muy difícil que lo consigan!”…”va a ser imposible”…, y otras frases parecidas, todas marcadas por la desconfianza y la negatividad.
Así, la mayoría de los sapos empezaron a desistir. Pero había uno que persistía, pese a todo, y continuaba subiendo en busca de la cima.
La multitud continuaba gritando, refiriéndose al sapo que continuaba. “Es muy difícil, no lo va a conseguir”. Pero el sapo seguía tranquilo, cada vez con más fuerza y determinación.
Finalmente, fue el único que llegó a la cima, aunque agotado por el esfuerzo. Cuando fue proclamado vencedor muchos fueron a hablar con él y a preguntarle cómo había conseguido llegar al final y alcanzar semejante proeza. Cuál sería la sorpresa de todos los presentes al darse cuenta de que este sapito era sordo.
¿Moraleja?
Sé sordo cuando alguien duda de tus sueños.
Solemos ser conscientes del poder de los comentarios de los demás en nosotros, notamos su efecto: como anima que alguien me diga “puedes con ello” o como entristece cuando me dice “no vales para esto”. Pero el lenguaje con el que nos hablamos a nosotros mismos es mucho más poderoso.
Cuando persigas tus sueños, hazlo sin importar lo que escuches. O dicho de otro modo: oye, pero no retengas. Los que son incapaces de luchar por sus sueños te convencerán de que tú tampoco lo eres. Extrae la melodía del ruido.
La banda sonora de tu vida puede tener que competir en algunos momentos con ruidos desconcertantes, con chasquidos alarmantes y sonidos molestos que querrán que dejes de tocar. Sí, ese ruido que producen los que la envidia les corroe, encargándose de regalarte palabras para tropezar; los que desconocen la empatía, procurando arrancarte tu capacidad de amar y luchar; los que procuran regalarte indiferencia; “los que parecen enemigos pero son fans confundidos” (anónimo); etc etc. Pero, los que aman, los valientes, los que siguen su camino y respetan el tuyo, los que te apoyan, los que no te sueltan de la mano por muy a contracorriente que te toque caminar, esos también están. Aliméntate de su voz y se agradecido.
Entre tanto ruido, hay una melodía: la banda sonora de tu vida.
Con la capacidad que tenemos para apartar la vista, para mirar hacia otro lado, para la ceguera colectiva respecto a muchos temas, deberíamos empezar a practicar la sordera selectiva, para alimentarnos sólo de los comentarios, positivos o “negativos” (críticas), pero con una básica fundamental: ayudarme a avanzar.
No esperes no patinar, no caerte y no fallar. No sirve de nada luchar contra lo inevitable, pero sí limar asperezas, usar gafas de positividad, bastoncillos “limpiaoídosdecomentariosbasura” y un carmín que potencie la belleza de tu autodiscurso. Como dijo Robert F. Keneddy:
“Sólo si te atreves a tener grandes fracasos, conseguirás tener grandes éxitos”.
El sapo no lo dudó, arriesgó sin importarle los ojos que le miraban, las voces que no oía, los brazos que no le apoyaban. Persistió, fácil no le resultó, no conseguirlo no le asustó y en su mente “puedes hacerlo” constantemente se repitió.
Solo sé que Mozart no alcanzó la fama hasta su obra 271, que a Michael Jordan lo expulsaron de un equipo de baloncesto, que a Walt Disney le dijeron que no tenía imaginación, a los Beatles que no tenían futuro en la música y al pobre que debía serlo siempre.
No quiero que seáis de esas valiosísimas almas que porque un día escucharon que “no podían” “que era misión imposible” “que no es el momento” “que qué locura esta” “qué eso no te dará dinero” “que eso no se lleva”, se volvieron a sentar en sus potronas privándose de descubrir cosas increíbles y privándonos de aprender de su potencial como seres humanos.
Ya lo dice el refrán: “a palabras necias, oídos sordos”.
“No dejes que el ruido de las opiniones de otros apague tu propia voz interior”. Steve Jobs
¿Me regalas un me gusta? 🙂
Referencias.
- Cuento: “Los cuentos del peregrino: relatos con valores para la autoayuda y la superación personal”. Laureano J. Benítez Grande-Caballero.
- Imagen. www.estudiocuatro.com
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Comparto tus comentarios.
La fuerza que viene de dentro nunca falla. Nada es malo por negro que se vea.
Estoy de acuerdo contigo, la fuerza más poderosa es la voluntad. Un saludo Esperanza. Gracias por comentar 🙂