
Cree en ti y sucederá.
La suerte para triunfar en la vida se llama creer en ti.
Anónimo.
La vida no es ir sobre seguro pero tampoco es rellenar quinielas, la vida va de crear nuestra propia suerte y de atrevernos para encontrar certeza. La seguridad se encuentra en el propio convencimiento de lo que hacemos.
No es necesario sacar ninguna bola de cristal para adivinar el futuro sino hacer las cosas con sentido, conociendo y deseando el para qué de nuestros actos, dándonos la oportunidad de llegar a donde queremos estar. El futuro depende del presente, si esperas a tener la certeza de que lo que deseas es posible es probable que nunca lo intentes. Y así difícilmente se cumplirá.
Creen en ti y sucederá.
Es cuestión de atreverse. Cuando te atreves -osea no tienes todas las de ganar- te das cuenta de que eres capaz de alterar las probabilidades. Cuando das un paso al frente de la mano de la valentía te percatas de como intentar las cosas aporta seguridad personal independientemente del resultado. Porque la seguridad no está en las recompensas obtenidas sino en la determinación que reporta el actuar en base a unos valores y sueños. Recuerda que los resultados no siempre están a la altura de lo que merecemos y que el juicio sobre nuestros actos debe basarse en tu proceso no en el producto, porque de uno mismo solo depende una mínima parte de todo lo que acontece. Eso sí, independientemente de las respuestas dadas al atrevimiento, la mejor recompensa siempre se echa en brazos del valiente, del que se la juega por lo que siente. Y es que la satisfacción personal es de los mejores premios que hay.
Lo importante no es estar seguro de lo que va a pasar sino estar convencido de lo que haces.
No busques seguridad sino convencimiento. La seguridad nace del convencimiento, del sentir que lo que haces va hilvanado a lo que deseas. Ya ves que la vida es imprevisible, que cuando menos te lo esperas te hace un regalo o te quita algo preciado. Que por mucha organización y cálculos que hagas hay muchas cosas que escapan de tu control y que esto tiene un para qué precioso, el de dar rienda suelta a la imaginación y poder regar la curiosidad y la capacidad de asombro, el no perder la ilusión. Además, el único control que necesitas ejercer es el de tu interior, el de tu higiene emocional, el de ordenar lo que acontece dentro de ti y encauzarlo hacia el mar de las oportunidades y el desarrollo personal.
Que no hace falta ver para creer. Que hay espejos para mirarte y comenzar a creer en ti, pero que tú te puedes ver reflejado en tus actos, en tus progresos, en tus valores y sueños… que la seguridad va de dentro para afuera. Así que cuidado, que no está en una aplastante oratoria ni en una actitud altanera. La fachada no es el hogar. Cuantas fachadas erguidas hay sin muebles en su interior, y cuanta fachada menos decorosa protege un hogar con los muebles bien puestos, con la basura sacada a tiempo y un interior bien cuidado.
Si no te crees merecedor de tus sueños no luchas por conseguirlos. Si no luchas no te das la oportunidad de comprobar de cuanto eres capaz. Si no compruebas de cuanto eres capaz te infravaloras y te sientes pequeño a pesar de la inmensidad de tu ser. Y hacerte pequeño es no creer en ti y así difícil que lo que anhelas suceda. Creyendo en ti lo haces posible, así que confía en tu criterio, toma decisiones y actúa en consecuencia. Lo que haces importa, y mucho. Esta es la seguridad que necesitas sentir para vivir.
Vivir es exponerse a diario a la incertidumbre del devenir, un devenir que nace del hoy y que lo único que te pide es que vivas (en presente) para ser también mañana, que lo intentes para que la duda se transforme en certeza, que confíes en ti mismo para actuar en consecuencia y poder alcanzar lo que deseas.
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