
Efecto boomerang
Un día más, no vengo con ninguna panacea, sino a transmitirte mi convicción de que lo que das te das. Y no lo digo yo, lo demuestran la mayoría de vidas.
Nuestras emociones y actitudes se contagian como virus. Si hablamos alto, empujamos al interlocutor a elevar la voz. Cuando estamos tristes, nuestro entorno se resiente. Si sonreímos dicen que la vida nos sonríe. Cuando nos saltamos las normas, asumimos que otros se las puedan saltar con nosotros. Si contaminamos la naturaleza, estamos ensuciando nuestro futuro. Y así, un sin fin de idas y venidas.
La vida es un boomerang en donde tanto para bien como para mal, lo que damos, nos damos. ¿No es difícil de comprender no? Entra incluso dentro de la lógica, pues la cosecha depende en primer lugar de la siembra.
No es casualidad, es el efecto boomerang.
Nuestras acciones determinan en un alto porcentaje el devenir. Nuestras actitudes actuales son la mejor bola mágica con la que predecir nuestros frutos futuros. Todo lo que sale de nosotros de algún modo nos vuelve (multiplicado, dividido,… vuelve), de ahí la importancia de centrar más nuestra atención en lo que aportamos al mundo que viceversa y desde luego dejar de exigir lo que uno no da.
Atraemos lo que desprendemos. Nuestras actitudes nos definen en cuanto a que muestran nuestras elecciones y nuestra filosofía de vida. Son piezas del dominó que van empujándose de tal modo que contra más insistimos en ir en una dirección, más fácil nos resulta avanzar en la misma. Que casualidad que cuando nos esforzamos un poquito, nos movemos y/o nos atrevemos a superar algún temor, las piezas se van poniendo en su lugar y el domino empieza a caer con facilidad. Que coincidencia que entonces los astros se alinean y los tréboles de 4 hojas se dejan ver en nuestra vida. Pues no, no es algo ocasional ni producto del azar, es el efecto boomerang.
Aunque no se trata solo de lo que hacemos, el boomerang lo lanza cada mínimo detalle de nuestra expresión corporal, cada sentimiento y cada pensamiento, en definitiva, toda parte de nuestro ser que interactúa con el mundo.
Todo no pasa por algo, pero sí para algo.
Lo anterior no quiere decir que todo lo que nos pasa sea porque lo merecemos. Está claro que las circunstancias no siempre responden a nuestro esfuerzo. A mucha gente le toca afrontar enfermedades, desprecios y otros reveses de la vida siendo sobresaliente su bondad y no mereciendo ni un ápice de ese dolor. Por ello, todo lo que nos toca vivir no está ni mucho menos a la altura de lo que merecemos, pero en toda experiencia tenemos al alcance un aprendizaje, y tomar nota de éste o no, también es lanzar el boomerang.
Un juego de la atención
La atención es un subrayador que destaca lo que nosotros queremos. El efecto boomerang es, en parte, un juego de la atención, de la percepción y en consecuencia de la recepción selectiva de lo que llega a nuestras vidas.
En cierto modo, tiene su lógica. Si abanderamos un estilo de vida, nuestra atención va a captar más las cosas congruentes con dicho estilo. Esto es como el juego de “los coches amarillos” (sí, me acabo de inventar el nombre), nadie es consciente de la cantidad de coches amarillos que hay hasta que juega a fijarse en ellos y contarlos durante un trayecto. He aquí el juego de la atención.
El futuro comienza en el presente.
Llegados a este punto alguien ya habrá analizado este efecto bajo sus creencias religiosas, sus convicciones morales y valores, por eso la última palabra sobre qué es el efecto boomerang queda a vuestro parecer personal. Independientemente de lo anterior, se podría decir que tenemos la pelota en nuestro tejado, la sartén por el mango, la suerte de nuestro lado y en definitiva, el futuro en nuestras manos.
Lo que hacemos marca nuestras próximas elecciones, prescribe como otros elegirán tratarnos, diseña nuestros próximos pasos, nos abre y cierra caminos. Por lo que si pienso que una situación va ir mal, me centraré en buscar los fallos que afirmen mis expectativas, pero si me planteo salir a ganar, me centraré en cada paso completo que doy y no en todos los que todavía quedan. Y respecto al amor, más de lo mismo, no es posible estar receptivo al amor sin amar.
La responsabilidad y la elección es nuestra. Ni de nuestro pasado ni del futuro que está por crearse. Tenemos el boomerang en nuestra mano. Si deseamos, que sea paz y si lanzamos, que sea amor. Porque si deseamos el mal y lanzamos rencor, acabarán por volverse contra nosotros.
Si no te convence este argumento, haz la prueba. Lanza el boomerang y cuéntame que pasa. Quiero aprender de ti 😉
Desprendemos lo que prendemos dentro, así que más vale que nos rebose el alma de amor que de rencor.
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