
Cuanto más sencilla es la gente más bonita.
Cuanto más sencilla es la gente más bonita me parece. Y con sencilla me refiero a que en sus actos queda reflejado la inmensidad de su corazón.
Son gente natural y llana, y no porque su vida sea plana sino porque no maquillan la verdad y eso hace que la piel en la que viven luzca radiante a pesar de las condiciones en las que desenvuelvan. Saben que la grandeza está en lo pequeño y que el amor es el mejor alimento.
La gente sencilla actúa con transparencia, siempre atentos a las necesidades humanas y prescindiendo de los lastres que les impidan ser. Resaltan la belleza de las “casualidades”, de una conversación a pie de calle, de poder decir “buenos días” por la mañana o de tener a quien abrazar.
Da igual como vistan, sus gustos musicales o preferencias varias, lo que las hace sencillas es su capacidad de ver ante todo personas, así, sin etiquetas. Apartan prejuicios y saltan estereotipos, hacen lo necesario para ver el hogar que hay en cada persona y moldean las piezas que la vida les da para que encajen, sin magia, con maña y buena disposición. Y así convierten lo complejo en sencillo.
Las personas sencillas saben dosificar muy bien su razón para que jamás les haga perder corazón. Desnudan su alma sin pudor, allanan las críticas con solo escucharlas y simplifican los problemas. Saben discernir lo que importa de lo que no, descomponen las ecuaciones más difíciles de la vida en un abrazo y encuentran soluciones en gestos accesibles a todo el mundo.
Hacen para decir y son para transmitir. No temen amar, amor sin miedo ni hielo, amor intenso. Saben que si gustan tiene que ser por lo que son y si se disgustan tienen que manejar la emoción. No buscan destacar pero destacan, no buscan admiración pero la consiguen. No maquillan sus defectos y eso las hace auténticas, veraces y confiables.
No, no dejan que se enfríe su corazón por muchos palos que les de la vida. Son espontáneas descifrando la realidad pero con el tacto suficiente como para no dañar. Tienen el arte de callar cuando está de más hablar, de decir lo que hay con tacto y contacto y no husmear en los demás sino dar la oportunidad de que ellos se lo muestren.
Hablar con un sencillo libera porque ayuda a “descorsetar” cualquier situación permitiendo recobrar la respiración. Normalizan la imperfección y nos recuerdan que ahí reside nuestra belleza. Que no consiste en ocultar sino en pulir, en querernos tal cual somos.
La gente sencilla vive hoy para construir el mañana. Se cimienta en valores que defienden con contundencia y saben sudar esfuerzo esbozando sonrisas, exigiendo lo que merecen, labrándose una personalidad fuerte. Alimentan su vida de pequeños detalles y no quieren grandes cifras sino no dejar de sumar por pequeñas que sean las cantidades. Para ellas toda experiencia suma.
Sencillez es poseer la grandeza de ver con el corazón y de sentirse libre a pesar de estar limitado como todo ser humano. Y es que la gente sencilla no se cree más que nadie, mejor ni peor, son ellos mismos en cualquier situación. Para bien o para a mal asumen lo que son, sin alardear, ni menospreciar, viven su vida a todo corazón. Cometen errores y repiten tropiezos pero se hacen responsables de ellos. Son gente de esa que dices “guau”, que paz, que fácil resulta, que absurda la queja y que bonita la vida.
Pon sencillez en tu vida.
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