
La tolerancia salva vidas.
Nadie conoce las goteras de una casa hasta que no vive dentro.
Anónimo
EL ICEBERG NO ES SÓLO LA PUNTA.
Vamos de tolerantes por la vida pero en realidad nos asusta lo diferente. No es incompatible, pero actuamos como si lo fuese. Cuando algo no cabe en nuestra cuadriculada mente buscamos argumentos tajantes que limen esa pieza que no encaja en nuestro puzzle mental.
Nos auto-vertemos y vertemos críticas con mucha ligereza. Perdemos el juicio de nuestra vida imponiendo sentencias que no nos ayudan y nos alejan de los demás. Cuando no entendemos, juzgamos. Cuando alguien falla, juzgamos. Cuando alguien destaca, juzgamos. A quien se queda atrás, juzgamos. Aunque no sepamos de que va la historia, opinamos. Cuando tenemos que poner oído y sobre todo corazón, ponemos lengua e irracionalidad. Hablamos y hablamos pero decimos poco.
NADIE ES PERFECTO.
La frustración, la soberbia, el miedo, la rabia, la propia incomprensión pueden empujarnos a la crítica destructiva. Qué rápidos somos cuando se trata de etiquetar, tachar, juzgar… y que lentos estamos cuando procede verter un perdón al ser conscientes de nuestra falta de consideración.
Si nuestro objetivo fuese mejorarnos a nosotros mismos, la insensatez se apaciguaría, porque cuando uno está ocupado en ser mejor persona tiene bastante con lidiar con sus flaquezas como para distraerse señalando los defectos del otro. “Si juzgas a las personas no tienes tiempo para amarlas” decía Teresa de Calcuta, y esto también vale para uno mismo.
TODOS LIBRAMOS BATALLAS.
Toda persona libra sus batallas, a diario lidia con sus defectos, esquiva miedos y baila para notar menos el terremoto que a veces parece su propia vida, sobre todo cuando uno está sumido en la culpa, la vergüenza o la auto-decepción.
Hay algo más evidente que las palabras, los hechos, y a estos no se llega por azar. Todos recorremos un camino y nadie lo hace de igual modo. Cuando hablemos con alguien, cuando lo escuchemos e intentemos comprenderlo, no lo hagamos desde nuestra perspectiva, sino desde la suya. Para empatizar hay que ponerse los zapatos del otro y a continuación, imaginarte recorriendo su camino. Ponerse en el lugar de alguien es bueno para ti y para esa persona: te miras a ti mismo desde otra perspectiva y además comprendes al otro.
¿TE MOLESTA? MIRA EN TU INTERIOR.
Cuando hables de los demás asegúrate de no estar definiéndote a ti mismo. Hay un refrán que me gusta mucho por su significado y que dice “lo que dice Pedro de Juan, dice más de Pedro que de Juan”. El modo en que tratamos a los demás habla de nosotros y resulta determinante en nuestra relación con ellos. Cuando caemos en el hábito de juzgar corremos el riesgo de olvidar que nosotros también somos vulnerables ante el error, la frustración o el caos.
A veces escuchamos a las personas atentos a los gestos, palabras o argumentos que confirmen nuestras expectativas o ideas que tenemos sobre los demás, introduciendo nuestra mente en un túnel donde la oscuridad de los prejuicios ciega al corazón de ver lo bueno de las personas.
Para las dioptrías del corazón no hay lentes que valgan, solo amor que opere para eliminar el cúmulo de odio, envidia y decepciones que nos impiden ver bien a las personas.
MÉZCLATE
Viaja, pregunta, conoce, aprende. Gira la cabeza, haz el pino y mira la vida desde otras perspectivas. Viaja a través de las personas y de sus experiencias. Pisa otros barrios, visita otras ciudades, habla con desconocidos y retoma conversaciones con viejos conocidos. De vez en cuanto mézclate, sal del circuito de tu entorno y camina por senderos nuevos. Haz por ver más y así no dejar de recordar que hay existencia más allá de tu rutina, que hay muchos estilos de vida y muchas formas de proceder. Pregunta lo que no sepas, pide que te repitan lo que no entiendas, pregunta y pregunta si quieres comprender, escucha y no juzgues para respetar. Así es como se riega la tolerancia y se pierde el miedo a lo desconocido.
Déjate enseñar pero no adoctrinar. La tolerancia es sana dentro de unos límites ya que “es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad”* .
MIRA MÁS ALLÁ.
Empatiza. Las apariencias no engañan, la traicionera es nuestra rigidez mental y el poco empeño que ponemos en ir más allá. “Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no es la verdad”.**
Para empatizar no hacen falta los 5 sentidos, sólo es imprescindible el corazón. No pretendas comprender al otro desde tu forma de proceder en la vida. Recurre a tu experiencia en busca de aprendizajes y no de soluciones absolutas, porque lo que fue acertado para ti puede que no lo sea para el otro pero lo que aprendiste puede ser de ayuda para ambos.
Cuando alguien hable contigo escucha lo que cuenta y lo que no. Si tiras del hilo que sea con la pretensión de escucharle activamente y de que se libere, no de recibir información para poder juzgar con más ahínco.
Si señalas los defectos que sea justo antes de indicar los caminos hacia las virtudes. De llevarse a cabo este mensaje puedes deshacer nudos en las gargantas, “hacer pie” a quienes se hallan en un pozo e incluso, a largo plazo salvar vidas.
La tolerancia permite la armonía, la empatía la enriquece.
*Thomas Mann
**Marco Aurelio.
Imagen: N. Gercken
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