
Porque sí.
A ti, que lideras personas, que ejerces influencia, que eres pantalla de aprendizaje para muchos:
No tenemos que hacer las cosas porque sí, tenemos que hacer las cosas para algo. Dejemos de justificar órdenes con “porque sí”, “porque lo digo yo” o “porque soy tu jefe”. Corta vida tiene una orden si quien la recibe no le encuentra sentido. No consiste en conseguir acciones que sean “pan para hoy y hambre para mañana”, así no desarrollamos personas sino que generamos miedos, imponemos despotismo y desperdiciamos potencial humano. Dad órdenes directas y sin opción a debate sólo cuando peligre la integridad de la persona o tenga brotes de sinrazón, entonces será comprensible que tomes decisiones por ella.
De ti no se espera un “porque sí”, sino un “es por ahí”.
Permitidme deciros que para liderar en los demás primero hay que liderarse a sí mismo. Por eso, debemos trabajar la decisión, sensatez, estabilidad emocional,… pero sin olvidar nuestra inherente imperfección. No hay que ocultar nuestra condición humana, a quien lideras le encantará observar como lidias con tus errores y tus penas; como gestionas tu tiempo, tus dudas y los contratiempos; como te motivas, amas, perdonas, trabajas y te manejas en la vida. De ti no se quiere un superhéroe, se quiere un humano emocionalmente inteligente, se quiere que que cuentes tus valores a través de tus actos, que te mueva la pasión, el compromiso y la libertad.
Hacen falta menos órdenes a corto plazo y más ejemplos a largo plazo.
Hay mucha gente dispuesta a aprender de ti, pero para ello tienes que conseguir que te admiren primero y que esta admiración nazca del entusiasmo no del miedo al castigo o sumisión. Tiene que surgir del desarrollo, de ser alguien que impulsa, que inspira, que anima a creer y soñar. Cuando uno siente que una persona le ayuda a crecer personalmente, es inevitable querer estar a su lado y aprender de ella. Un buen guía no pretende que la gente se doblegue ni compre discursos bien estructurados pero vacíos. Un buen líder quiere que las personas crean en sí mismas, sean coherentes, elijan su destino, den testimonio con sus acciones y lleguen a sus objetivos. Un buen líder consigue admiración sin pretenderlo.
No queremos superhéroes, queremos humanos emocionalmente inteligentes.
De ti, como figura de influencia, se espera que escuches y que hables el mismo lenguaje que quienes te oyen. Que consigas que no se hagan las cosas porque sí, sino porque “les piquen los pies”, les mueva el interés y les impulse la pasión.
No pretendas ser jefe sino líder, que no es lo mismo tener subordinados que colaboradores; no quieras ser solución única sino prototipo, que no es lo mismo ordenar que guiar, memorizar que aprender, cambiar que transformar. En el primer caso consigues que introduzcan información, en el segundo que la interioricen y progresen.
No consiste en que des lecciones sino en que seas testimonio. No se trata de trazar todos los caminos sino de mostrar el terreno, ya que no consiste en ser dictamen único, sino ejemplo. Un buen guía debe tener capacidad de visionar, de ver más allá, de subirse a lo alto del torreón y gritar que hay vida al otro lado de los muros. Se trata de dar aliento con sinceridad y sobre todo, nunca jamás dejar de ver personas.
Tu labor no es repartir hojas de calco sino mostrar puertas para el cambio.
De ti no se espera continua imposición sino acompañamiento. Un líder no es un lobo que en cuanto se da la vuelta, el rebaño baja la guardia, sino que es alguien que se mezcla con el grupo, que confía y que delega en él. Además, creo que el prestigio y la verdadera influencia deben nacer de la entrega y la sencillez, no de la fachada y la vanidad. “Menos lobos, caperucita” porque…
Tu voz me cautivará cuando admire tus pasos.
El único modo de que tus pasos cautiven a los niños, adolescentes y adultos sin chantajes ni autoritarismos, es que observen en vosotros un territorio para explorar y una fuente de la que mane información útil para su desarrollo. En definitiva, la clave está en que te admiren de corazón, consiguiendo así que no realicen las cosas porque sí, sino para sí.
Cuando la admiración se despierta el aprendizaje es inevitable.
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