
No pierdas tu esencia.
Espontaneidad, autenticidad, naturalidad. Preciosas palabras. Grandes virtudes que afortunadamente siguen presentes, aunque la sociedad, nosotros mismos con nuestros modos de vivir, corremos el riesgo de encriptar de tal modo que sólo sean descifrables para unos pocos. Convirtiéndolas en lo que no son. Poniéndoles caretas. Acabándolas por leer del revés.
Y es que se está extendiendo la manía de confundir…
Lo siento sociedad, pero voy a reafirmarme en considerar la naturalidad como un tesoro.
No soporto la maldad vestida de Prada. Los lobos con piel de cordero. No soporto toda esa clase de metáforas que reflejan esa manzana que podrida por dentro, viste todavía impoluta por fuera. NO OS DEJÉIS ENGAÑAR y dejemos las máscaras para carnaval. Las cuajadas se adornan de miel para potenciar su sabor pero lucen orgullosas su insipidez. No hay nada de malo en adornar tu vida, en enriquecerla para sacarte más partido, para potenciar tus virtudes. Pero no te confundas, no es lo mismo adornar que disfrazar.
La espontaneidad es un rasgo del ser humano de lo más saludable, uno de los motores que hacen que seamos capaces de entusiasmarnos, de sorprendernos, de sentirnos vivos, de reaccionar ante el mundo, de ser capaces de seguir creyendo en la esencia del ser humano.
Así, al natural, sin añadidos, sin conservantes ni colorantes, así es como te quiero.
Es posible que yerres más, que quedes en evidencia más a menudo, probablemente te manden callar y te menosprecien ideas, pero tu ni caso. No cambies esa naturalidad que te caracteriza, esa que a muchos, los que importan, les hace permanecer junto a ti, esa que es para ellos linterna en su camino, esa que te sella desde antes de que supieras ponerle nombre.
Los que son incapaces de soñar grande te llamarán raro. Los reyes del postureo codiciarán tu autenticidad. Otros te aplaudirán con el objeto de sacarle rentabilidad. Probablemente te toque saltar charcos y derramar alguna lágrima de incredulidad. Pero te aseguro que tu naturalidad lo merece todo y reafirma al ser humano como lo que es, humano.
Tu no encriptas, eclipsas. Tú no lees del revés, tú dices las cosas como las ves, pero con gracia y sin ofender. Tú no te disfrazas, ni siquiera te vistes, y a pesar de ello no sabes lo que es pasar frío, porque tienes el poder de hacer que la gente a la larga se quede a tu lado.
Cuando era una niña no conocía tu nombre, pero sé que de ti estaba orgullosa, poco a poco unas tales normas sociales y una tal madurez fueron calando en mi vida, y aunque por momentos dudé de vuestra compatibilidad, aunque me hicieron sentir rara por apostar por ti, aunque me quisieron confundir y a veces dudé de ti sin saber cómo amoldarte a mi edad, aposté por ti. Aquí estoy apostando por ti.

Imagen de Bao-Quan Nguyen
Tú, que no te metes con el respeto, la amabilidad ni la prudencia. Tú que sabes cómo actuar sin incumplir ninguna de esas normas que quisieron encriptarte. Tú que sabes cómo sobrevolar el cielo por encima de tanta fachada pudiendo ver lo que pretenden ocultar. Tú, espontaneidad, que me permites seguir entusiasmándome como el primer día que vi una hoja caer.
Saborea el elixir de la autenticidad. No dejes que el mundo acabe con tu capacidad de sorprenderte de lo más cotidiano, no dejes que encripten tu entusiasmo, tu transparencia, tu humildad, tu espontaneidad.
Suma y añade en tu vida, pero no pierdas tu esencia.
Fdo: La mirada de tu sonrisa.
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